12.08.2010

El resentimiento (relato corto)

Limpio departamentos en un complejo al oeste de la ciudad en donde vivo. El trayecto toma veinticinco minutos a pie, más o menos quince con el autobús. Prefiero caminar, para ahorrarme el dinero del pasaje, y para estar en los exteriores mientras todavía hay luz. Hace seis días no puedo dormir bien. Generalmente, cuando entro al departamento de... no hay mucho qué hacer. Siempre he visto todo en orden. Si hay un periódico sobre la mesa, lo doblo si está extendido, como para ganarme el sueldo haciendo algo al respecto de este esa pulcritud. Ordenándola un poco más. Afinándola. Haciéndola acercarse lo más posible a algo artificial, como si nadie viviera aquí.

Hace seis días que no puedo dormir bien.
El resto de los departamentos son más normales. Hay que barrer, lavar la loza, recoger cosas que están regadas por el suelo. Pero aquí nunca haré más que doblar un periódico y quitar el polvo de las repisas (hay tanto polvo que podría jurar que nadie vive aquí, o que las repisas nunca han sido usadas).

Hace seis días que no puedo dormir bien.
En realidad, doblar el periódico es un gesto obtuso, es una manera de indicar que estuve aquí, que alguien echó un vistazo a todo para asegurarse de que todo estuviera limpio, y en orden. Era como decir algo sin decirlo, como tantas veces uno hace con gestos o con acciones, pero sin palabras.

Hace seis días que no puedo dormir bien.
Jamás debí de doblar ese periódico. Abajo de él encontré una carta. La carta estaba llena de acrimonia. No sé a quién estaba dirigida. Estaba llena de insultos. Y quien la escribió amenazaba con tomar su propia vida.

Hace seis días que no puedo dormir bien.
Fuí a reportarlo a la policía. Jamás debí de reportarlo. Recibí una reprimenda por violar la privacidad de la correspondencia, y me informaron que si ellos quisieran, un 'Don Nadie' como yo podría ir a la cárcel al menos un par de días por husmear donde no debe. No soy un Don Nadie. Me gusta mi trabajo.

Hace seis días que no puedo dormir bien.
Sabía que me tocaría a mí encontrar a... Y solamente tuve que ver sus pies, verle acostado en el suelo y sus zapatos tirados sobre la alfombra para darme cuenta de que jamás debí de haber doblado ese periódico. Así, no hubiera sido nada más que una desagradable sorpresa. A veces, uno no puede evitar algún desastre, pero saberlo de antemano lo hace a uno pensar en si es que, en alguna parte, hay una bóveda con cartas donde están escritos todos los infortunios. Sólo así se acabarían las desilusiones.

Hace seis días que no puedo dormir bien.
Escribí esto, y creo que ahora puedo conciliar el sueño.

Cuando abrí los ojos, no pude evitar pensar si me esperaba algún destino similar. Hasta el día de hoy, aún no lo creo. Disfruto del trabajo sencillo, y nadie puede quitarme eso.

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