23.11.2010

Los fragmentos están (son) más (y menos) de lo que parecen

~ A veces me pongo a escribir páginas de cosas ficticias... porque así me siento, pero a la vez no me pasa nada.
C., á abril de 1999.



Estoy seguro.


Sé que uno de estos días me voy a envenenar a mí mismo, y por error. Siempre cocino para uno, y solo. Y siempre como directo de la olla, es mi manera de ahorrarme la tarea de lavar los platos después de comer. Soy un mal cocinero, pero me he acostumbrado a mi sazón. Y le tengo miedo a mis ollas. Voy a morir envenenado por el plomo. Un día, mi comida sabrá peor de lo normal, pero voy a descartar el mal sabor porque ya estoy acostumbrado a comer cosas que no saben tan bien, pero tampoco saben tan mal y me voy a comer todo ese plomo. Y no sabré más de mí.

~

Voy a dormir hasta tarde. Me voy a levantar a hacer las compras.

~

No, nunca reparé en ello. Siempre pensé que las inventaba. Así, podía acomodar las palabras. Se podía hacer sonar a todas ellas tan poco desesperadas como quisiera. Pero jamás se me ocurrió nada por el estilo. Simplemente me quedaba en el márgen, como todo lo que escribía.

2.
Cuando salí, tenía un mal sabor de boca, semejante al de cepillarse los dientes y haber fumado inmediatamente después. Como tener una cortina metálica sobre los dientes, pero hecha de pasta. Si me regresaba a cepillarme los dientes llevaría retraso. Aún así, salí. Bajé las escaleras y bajé por la calle. Cruzé la calle y me metí al paso peatonal que iba por debajo de la calle. Ví la fuente. Compré un bollo fresco y me lo comí. Y se fué el sabor metálico.

~
(Esto ya es mío)
Y sí me acordaba bien de la Widenmayerstraße.

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