07.04.2010

Dos y cuatro

No bien había puesto un dedo en medio de la taza para revolver el asiento de té que había quedado, cuando ésta se partió en dos. No bien había decidido tratar de ver si podía juntar las dos mitades y restaurar la taza cuando la mesa se partió en dos, y la silla también. De golpe al suelo y caí en medio de la taza. Vi un dedo acercarse al centro, donde estaba yo. No me quedó más que darme cuenta que estaba ebrio de té. Desde entonces, no consumo más té negro.

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