27.09.2019

Menuda monserga

En los pasillos del poder, en las infinitas recomendaciones de la plaza y en la opinión de incontables plumas, vecinos y en el entorno familiar, se repite un adagio. “Los jóvenes van a cambiar todo esto”. Al tiempo que se traza este contorno que desde el vapor fastidioso de la palabra hablada, anima a empujar a rueda de la historia, se siente que la renuncia de unos es la monserga de otros. Nadie querría lidiar con todo esto.

Lidiar con la tragedia es sencillo si se es causa material, parte de ella. La tragedia encarnada y arrastrar la vergüenza obliga al movimiento porque así se dejan pedazos de ella en el camino. El peso heredado, como lo es una horrible nariz o cualquier signo de filiación familiar que cargue tal o cual persona, son cosas soportables.

El legado, a manera de un pesado apellido familiar (verbigracia el que carga un viejo amigo y una mujer que de lejos conocí) causa flema y abulia. Ninguno de ellos lo pudo enfrentar. ¿Desmarcarse? Sólo corriendo rápido fuera de sí. ¿Posible? No. El aire que respira uno penetra y se queda dentro, infiltra, intoxica, se disuelve en la carne.

Sin título

Extrañaba la prosa desconfiada de los sentimientos que causa la propia realidad.