27.02.2012

A ella la busqué (para matarla)

No hubo mejor tiempo. Yo no me sentía nada bien, ya no quería continuar.
Por eso, como no hubo mejor tiempo para mí que aquél, sospecho que ello también fue verdadero para todos los que eran como yo.

      Si alguien te dijera, en tu momento más bajo, que de repente hay una posibilidad de que todo vaya a cambiar, aunque sea de la manera más violenta, ¿por qué no habrías de aceptar aquello sin dudar ni un poco? Ni el más necio se negaría a esta divina exención del infortunio. Habría que abrazar a esos accidentes del destino de la manera más dulce.

Que horrendo es el conflicto bélico, qué difícil de entender es un asesinato que no se comete por razones personales. ¿Dónde está la justificación de un soldado? En cambio, la mía es completamente comprensible. El sufrimiento prolongado nubla el juicio, eso lo saben todos. No se necesita ser juez para saberlo, sólo persona.

Al fin y al cabo, nadie le pide a un desgraciado que haga buenas obras. O se le castiga, o se le condena moralmente - ¡más no se puede hacer! Al fin y al cabo algún peso tienen que tener las palabras, propias o ajenas.

En cuanto todo el mundo comenzó a matarse y a defenderse, decidí unírmeles haciendo ambas cosas: un asesinato en defensa propia. Bendición de la guerra, bendición, Agradecí el momento en que el país comenzaba a partirse por la mitad. Agradecí al enemigo. Me inundaron las ganas de ir a decirle a uno de ellos "¡Gracias por la oportunidad!". Pero no creo que hubieran comprendido.

Salí a las calles. Qué horror, las calles. ¡Qué horror! Ahí sí había personas inocentes, muertas a tiros. Había gente cubierta de auténtica angustia, no como yo. Guerra, ¡qué terrible es la guerra!

"¿Quieres ser libre?" me dije.
~ Vas a tener que matarla. Y justo ahora es cuando nadie va a poder hacer mucho al respecto.

La encontré, su casa; todavía intacta. Solamente vi su casa una vez, jamás conocí a su familia. Pero sabía su dirección y todavía recordaba cómo llegar ahí. Frente y reja blancos. Un solo piso. La esperé 4 horas, no llegaba. Qué horror, la ansiedad. ¡Qué horror! Pero llegó. Le disparé sin que pudiera darse cuenta (me hubiera gustado que me viera al hacerlo, pero arriesgar a fallar el tiro y que ella viviera, eso jamás). Cayó de frente y el golpe seco contra el suelo seguramente le rompió la mandíbula en muchos pedazos. Qué hermoso, ese golpe. ¡Qué hermoso coup de grâce! Es como si la bala hubiera sabido que no quería ver su rostro de nuevo jamás. Supongo que quienes la acompañaban eran miembros de su familia. Pensé en hacerles un favor y borrarlos de aquí también, pero al comenzar a correr sin mirar atrás me alegré de que vivieran. ¿Qué no me habían visto sufrir a mi las personas que me apreciaban? ¡Menudo castigo, tremendo! Que vivan, que vivan mejor. Que sufran un poco. ¡No! Que sufran bastante.

Buen pretexto para salir de la ciudad. ¡Buen pretexto! Al principio me removía la curiosidad, quería regresar, ver de lejos a quienes también la habían conocido, como para asegurarme de que mi acción había sido bien ejecutada. Nunca volví.

No valía la pena. ¡Nada de ese lugar valía la pena!

Jamás me voy a arrepentir de lo que hice. Su futuro negado es mi felicidad, así como mi futuro negado con por ella era mi infelicidad.

A la otra le regalé mi silencio y mi desdén.
Con una hice las paces, enorme regalo.
A ella la busqué una última vez para matarla.
Gran regocijo, hermoso placer.


Para L.

1 Kommentar:

  1. Me gustó bastante asesor, muy pocas palabras para describir esto, es interesante y un desenlace que da un significado

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