La belleza del incumplimiento: seguir soñando, respirando, habitando en la enfermedad o dándose de palos a si mismo con la completa libertad de seguir o de parar.
Carecer de disciplina no es tan malo. Quien es lo suficientemente duro consigo mismo puede terminar llegando a un lugar a donde nunca quiso ir. En cambio, quien (se) incumple no llega a ninguna parte, se queda consigo mismo, es libre de mutar en la putrefacción propia.