Y matarte de cansancio, de verdadero cansancio.
Yo quiero la dicha de ser obrero, quiero recuperar los placeres simples, dejar la fijación por las pequeñeces. La vergüenza de tener tragedias personales completamente opcionales, eso es definitivamente un lujo que debe de ser abandonado. Quiero merecer la comida que hay en mi mesa. Quiero dejar los pensamientos retorcidos, la introspección sospechosa, las lágrimas falsas y el embotamiento de la mente. Ahí está la posibilidad de ser apasionadamente uno mismo sin darse cuenta casi, sin esa cobardía de estarse pidiendo disculpas por las propias faltas.
Inspirado en la lectura de "Los Albañiles" de Vicente Leñero (1963).