Si dudar de los motivos propios y de la raison d'être de nuestro camino fuera señal de refinamiento, tendríamos entre los deprimidos una fuente inacabable de elegancia. Sería como vestirse de manera impecable para asistir a la muerte de todas nuestras esperanzas. El único problema que veo en ello es que no es elegante llorar a propósito de las propias tragedias.
No veo el problema con la elegancia si ella sigue ser singulara. ;)
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