Todos desfilando, entre torres blancas,
caminando en marcha solemne sin soltar palabra,
donde uno empuja al otro,
uno empuja al otro.
Tirando rocas al abismo,
deseando no oir su sonido,
y que el aire no las roce,
que queden suspendidas,
y que al caer nosotros,
se rompan nuestros huesos,
en un tremendo goce.
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